Reyes Magos
- Raul Breton

- Jan 6
- 2 min read

Por: Raúl Bretón
Desde aquella infantil imaginación, los Reyes Magos iniciaban su largo recorrido en la madrugada, visitando casa por casa, en donde cumplían deseos y peticiones tras sus camellos comerse la porción de hierba colocada en un lugar visible de la casa. Todo sucedía mientras dormías. La ingenuidad de la infancia encuentra la felicidad en sueños cargados de regalos, y esa leyenda bíblica de Melchor, Gaspar y Baltasar acompañó a muchos, aún descubierto el engaño, con el fin de seguir recibiendo los regalos de la madrugada del 6 de enero. Lo admito, fui ese canalla aniquilador de sueños primitivos que se encargaba de desmontar la sutil mentirilla de los Reyes entre los amiguitos del barrio. ‘Los Reyes son papá y mamá’, les decía, sin pensar que en ese momento les provocaba la primera gran decepción de sus vidas. En esos asuntos, mi madre jamás se guardó misterios. Íbamos cada cinco de enero a buscar los juguetes deseados que estaban al alcance de su cartera. Por esa razón no tuve tiempo de sumarme al hermoso imaginario colectivo de esos tres astrólogos persas que visitaron Belén. Con el paso del tiempo, los juguetes han ido evolucionando. Desde el trompo y la muñeca de trapo de nuestros abuelos, a los soldaditos, pistolas de mito y aro de nuestros padres, hasta los útiles deportivos de muchos de los que hoy peinamos las canas del medio siglo, época en la que los más privilegiados mostraban sus bicicletas. También ha ido cambiando la exigencia del niño de este tiempo. Impulsado por la era digital, muchos juguetes inducen al sedentarismo, sometiendo al niño a la dictadura del pulgar, sumergiendolo en un submundo digital en donde no existen más que retos y batallas con figuras nacidas también de la imaginación de creadores de juegos virtuales que han construido una generación de niños sedentarios y esclavos de pantallas táctiles constructora de ermitaños. Si me dieran a elegir, prefiero aquella época de madrugadas de pitos y cornetas tras despertar y descubrir la felicidad convertida en juguetes gracias al poder de la imaginación.




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