¡Pasó todo! Tranquilos…Esto va volando
- Raul Breton

- Jan 13
- 2 min read
Por: Raul Bretón

Ayer escuché los reportes sobre los atascos en las entradas de la ciudad. Aviso inequívoco de que las fiestas han terminado, que todo retorna a la normalidad, a la ineludible cotidianidad que impone la ley de vida. La Navidad, Año Nuevo y las borracheras de fiestas previas quedan solo como recuerdos recientes que en muchos provoca nostalgia y melancolía. Pero tranquilos que esto va volando. O al menos así lo interpreta el cerebro de los que alcanzamos cierta edad. Enero siempre se vislumbra largo y agotador, pero en tan solo un pestañear los más románticos estarán celebrando el 14 de febrero y los amantes de la liturgia católica el carnaval. Llega la cuaresma con su habichuela con dulce y todas las libras por perder que se prometieron a principio de año quedarán nuevamente como una meta no lograda. Las lanzas de los coralillos avisarán que estaremos en plena primavera para luego darle paso a la parte más caliente del eterno verano caribeño. Nuestro ilusorio otoño hace el papel de telonero que anticipa el inicio de las fiestas navideñas. Arbolitos a finales de septiembre y el merengue del pavo y el burro anunciarán que de nuevo estaremos sumergidos en aceleradas celebraciones del final de un nuevo giro que nuestro planeta realiza en torno al sol en su movimiento de traslación, todo en un abrir y cerrar de ojos. Cuando era niño los años parecían interminables. Lo único que pasaba en décimas de segundos eran los 15 minutos de recreo de la escuela. Se vivía cada día una nueva experiencia, un aprendizaje, nuevos amigos, nuevos lugares, sensaciones inéditas, pasiones profundas. El cerebro era un disco duro vacío que vivía con intensidad cada experiencia. Todo eso conduce a interpretar el paso del tiempo de manera lenta. Todo transcurría despacio. Las irresponsabilidades de la infancia y la adolescencia dejaban espacios a la vida plena, un maratón inclinado con freno puesto que descifraba nuestro andar de una manera lenta. La vida del adulto moderno es monótona y aburrida, dominada por un programa repetitivo y obligatorio, dejándole poco trabajo al cerebro para la interpretación, porque este asimila las nuevas experiencias como materia prima para codificar y desglosar lo vivido. Eso ayuda a ralentizar el paso del tiempo. No existe mejor entrenamiento para cambiar esa veloz interpretación del tiempo que vivir nuevas experiencias, viajar, hacer nuevos amigos, inmiscuirse en nuevos proyectos, aprender nuevas cosas, como lo vivimos en nuestros primeros años. No es mala idea volver a ser niño.




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