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El trumpismo se dispara en propio pie




Por: Spanish Revolution

Trump ha decidido que era buena idea provocar a Canadá con amenazas de anexión y nuevos aranceles. Pero no contaba con la respuesta más canadiense y más demoledora: un boicot silencioso, implacable y eficaz.

Desde marzo, miles de canadienses han dejado de cruzar la frontera para comprar, repostar o comer en EE.UU. Y el impacto ha sido brutal.

 En Point Roberts (estado de Washington):

—El 80 % del negocio era canadiense

—Las ventas han caído un 30 %

—Tiendas han cerrado

—Restaurantes están al borde del colapso

—Un museo de patitos de goma se muda a Canadá porque los aranceles triplican su coste

Y no es broma: los vecinos ya hablan de regalar el pueblo a Canadá.

 Los negocios se hunden. Los impuestos municipales se evaporan. Los empleados públicos son despedidos. La derecha trumpista, tan amante del mercado, ha destruido el único que les quedaba: el de la cooperación transfronteriza.

 Mientras tanto, en Columbia Británica, el premier David Eby lo deja claro:

“Queremos que EE.UU. entienda lo cabreados que estamos”

Y vaya si lo han entendido.

 Trump ha conseguido lo que ni el COVID logró: aislar a EE.UU. de su vecino y destruir economías locales sin disparar una sola bala.

El nacionalismo tarifario de Washington ha convertido a sus propios pueblos en víctimas colaterales: la economía de las localidades fronterizas con Canadá se desangra mientras el trumpismo pide más gasolina al fuego.

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